Lo invisible a los ojos del cliente.
¿Alguna vez han sentido una fría sensación de piel y una profunda conmoción en sus corazones al ver el ángulo postural y la mirada exaltada de una tejedora manabita?
La belleza que encierra la labor de un sombrero de paja toquilla va más allá de su compleja elaboración porque lleva mucho amor, gran entrega y sacrificio, profunda nobleza del Ser y generosidad en cada una de sus hebras que enlazadas forman la perfección del arte.
Quedan pocos artesanos manabitas que aún tejen sombreros extra finos, uno de ellos es MARÍA MERO quien teje desde los 8 años de edad, ella manifiesta que ha sido una tradición familiar, desde la época de sus tatarabuelos. A sus 53 años ella trabaja de una forma ejemplar desde su domicilio ubicado en el Cerro Guayabal, aunque compra directamente la materia prima de la paja toquilla, nos narra la forma tan original en que los campesinos la obtienen; caminando una hora o más entre las malezas y el lodo hasta encontrar las plantaciones donde se encuentran especies de palmas sin tronco, cuyas hojas tienen forma de abanico y son anchas de fondo blanco marfil, de donde se obtiene la paja toquilla.
Convertir 70 cogollos de paja en un sombrero fino es una labor muy compleja, hay que desintegrar la paja y hervirla por cinco minutos, seleccionar las más blancas para luego poder tejer.
Un sombrero extra fino tiene la suavidad de la seda y es tan liviano que al portarlo casi no se percibe su presencia, resulta tan fresco sobre todo en días de sol, por tal motivo resulta muy agradable y es tan solicitado por extranjeros que llegan a hacer turismo a nuestro país.
Los sombreros de MARÍA son piezas de delicada textura y finas hebras de paja similares a las del cabello, teje de pie y apoyada sobre un tronco; 15 días le lleva hacer la plantilla y 3 meses aproximadamente culminar la elaboración del sombrero extra fino para poder venderlo, es por esto que trabaja solo bajo pedidos, ella comenta que los sombreros de inferior calidad son más vendibles en el mercado local por su bajo costo.
María elabora tres sombreros extra finos para entregar en el año éstos generalmente son encargos para exportación, son conocidos como los sombreros de Panamá porque eran usados por ingenieros del sitio quienes los etiquetaban con marca panameña. Un sombrero extra fino es comprado a $60 por un cliente nacional mientras que los extranjeros pagan mucho más.
Mientras conversa María me conmueve ver la postura tan sacrificada que utiliza para elaborar tan hermoso sombrero de finas y delicadas hebras; ella sigue en lo suyo, con mucha paciencia y confianza en lo que hace va contando el número de puntadas, a más puntadas, más fino es el sombrero; María pasa hilando durante ocho horas diarias, para lograr esculpir luego de tres meses su obra de arte.
A pesar de que la gran mayoría de los tejedores artesanales pasan los 60 años, y los más jóvenes han sustituido el tejido por la pesca y el comercio de artesanías, MARÍA MERO a quien la vida le permitió conocer el amor con quien fue su esposo y no tuvo hijos, no pierde la esperanza de que esta tradición siga VIVA a través de las nuevas generaciones, con fuerza, pujante, indomable y dejando una huella imborrable en la memoria nacional a través de los siglos.
Es casi mediodía y el Cerro luce despejado, aunque no es la mejor época para tejer por la humedad y el excesivo calor… MARÍA sigue en pie y firme con su mirada fija en lo que hace y dominando cada puntada para lograr hilar no solo las hebras de paja sino sus sueños y satisfacciones que la hacen sentirse viva y útil para la sociedad y la Patria que la vió nacer.
A María la puede contactar al 0994011749.
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